martes, 31 de julio de 2007

Período de restauración


Las 11.30 am. Acabo de tener las primeras noticias tuyas después de lo de esta mañana. Parece que respiras, al menos. Eso está bien. Por lo visto el oxígeno ha vuelto también a mis pulmones. Hace bien poco que creía que me ahogaba, pero despacito y con ayuda de nadie, he conseguido volver a exhalar un par de suspiros que me han devuelto el ritmo de la respiración.
Parece que mi piano quiere volver a encandilarme, pero no se atreve a reaparecer completamente. Va dejando poco a poco sonidos entrecortados en mi mente. Paso de las canciones alegres, necesito pasión en el ritmo, tranquilidad, fuerza, pero no velocidad. Me sumerjo en su vaivén, y una vez más, dejo que los pies de mis manos caminen sobre el teclado, acariciando cada tecla velozmente, casi sin rozar, pero de forma energica.
Nuevo fieltro, nuevos martinetes, nuevas teclas... Poco a poco lo iré reconstruyendo para que vuelva a sonar con normalidad. Nadie va a hacerlo por mi. Devolveré a mis dedos la melodía de La campanella, mientras se relajan mis pensamientos, y el azote de los días se evapora con mis palabras.
Nunca creí que pudiera ser constante en algo, y sigo sin saber cuánto tiempo va a seguir activo este bloc de notas en el que depositamos nuestra confianza. Escribimos en secreto, para dejar nuestros anhelos y miserias al alcance de cualquiera. Gritando en la calle con el rostro tapado por la vergüenza. Tal vez deberíamos ser un poco menos antisociales y comunicarnos más con las personas que nos rodean. Difícil veo que pueda ayudarnos la gente que no conocemos de nada. Aunque un consejo lanzado al aire puede cogerlo quien quiera, y darle el uso que más le convenga.
Me encantaría poder escribiros la música que tengo en la cabeza. Por su belleza, por su fuerza y por su indudable carácter terapéutico. Si se pudiera expresar con palabras, se rompería todo el encanto. Hay ocasiones en las que vivimos emociones y sensaciones imposibles de describir, pero aun así nos empeñamos en despedazarlas poniéndoles nombre y describiéndolas torpemente como si tuvieramos derecho a hacerlo por el simple hecho de haberlas sentido en nuestra piel.
No considero que tenga el derecho de hacerlo, así que prefiero recomendar que os pongáis los auriculares, déis volumen, cerreis los ojos y escuchéis algunas de las piezas de música clásica con piano o sin él que forman parte del botiquín para emergencias de mi cerebro. Os las iré nombrando en las diferentes entradas que publique, según la que esté escuchando cuando esté aquí escribiendo. Sin duda mucho menos perjudiciales para la salud mental que cualquier medicina.
Bueno, después de poner en orden mi mente, me he dado cuenta que escribir y escuchar música simultáneamente, beneficia los sentidos, dotándolos en un primer lugar de la tranquilidad que ofrece la música, y en segundo lugar, del orden que restaura los daños sufridos durante el viaje hacia esa tranquilidad.
Seguimos en período de restauración, pero ya sólo queda el lacado y ultimar los detalles de los acabados finales.

Jeux d'eau RAVEL
La campanella LISZT


lunes, 30 de julio de 2007

Broken piano


Hoy no suena mi piano. Algo debe fallar, porque todo lo que entra por mis oídos es el irritante sonido de las obras de la calle. Hoy no desayuno, he cambiado el vaso de zumo de naranja rancio, por un requiem de lágrimas y soledad matinal. Sé que no es normal. Que esto se pasa, que no tengo por qué estar así... De alguna manera hay que despertar, eso está más que claro. Dicen que la música amansa las fieras, pero esta vez, se ha roto el piano. No suena, ni sé cuando volverá a sonar. Parece que mis dedos se unen a la moda de no querer funcionar, y me obligan a realizar un esfuerzo terrible para escribir sin equivocaciones. Odio que el amanecer sea así. Sé que no es culpa mía, y también sé que dentro de unas horas no me va a importar. Pero cuando me aprieta el corazón hasta caer al suelo, parece que me lo retuerce, y me quedo sin palabras y sin aire para seguir llorando. Odio despertar así. No puedo soportar que salga el sol, y que en lugar de alegrarme por ello, me quemen las pupilas.
Estos mismos dedos podrían contar las veces que ha amanecido de esta forma. Afortunadamente no es algo habitual. Pero cuando sucede, resulta extremadamente difícil mantener los ojos abiertos y seguir adelante. Hoy no suena ningún piano para mi. Espero que a lo largo del día, las cosas cambien, y esta desesperanza que puebla mis ojos desaparezca.


Como borrach@ vago por mi mente en busca de la tuya. Con la esperanza de convertir este solo en un dueto, aunque sea por un momento. Y retener así la leve sensación de que mis manos pasean por el mismo piano con la compañía indiferente de tu tacto. Levedad, ingravidez, volatilizados momentos que mi piano sufre con cada golpe de claqué que las piernas de mis manos ejercen sobre su ágil esqueleto.
No sé si seguiré bailando claqué en este piano, pero hoy he empezado esto en secreto y rodead@ de silencio. Sólo el piano asoma a mi oído, y sólo puedo escuchar eso, dejando que la danza se desarrolle con cada pieza retumbando en mis conexiones. Y mis manos, dejan que mis dedos, bailen sobre este piano que transcribe todo aquello que alguna vez se cruzó entre mis sienes.
Bienvenid@s a este solo