miércoles, 31 de octubre de 2007

Y el amor...el amor...


Este piano se rinde a la quemazón de mis dedos, que lentamente desgranan el tiempo al trote de un vals. En el aire se dibuja el humo de un cigarro. Ondea levemente, flotando en la estancia, ajeno al fuego de mi alma, y sin embargo, parece que fuera el mismo humo que sale de mis dedos al soltar mi alma en cada tecla. No me queda otra que quedarme mirándolo con la pasividad del inmóvil. La banda sonora de mi vida cae en mis oídos para acompañarme en esta mañana fría, con los dedos quemantes de hielo, y un beso tuyo choca en mi mejilla reclamando perdón, aunque tu boca me da las gracias por mi paciencia. Cada día parece más difícil mantener la esperanza de que despertar a tu lado siempre va a ser algo fácil, pero bueno hoy tampoco tengo un buen día.

Este amanecer malo lo dejo guardado en el cajón del olvido, de donde me gustaría no sacarlo nunca más. Aunque los cajones, antes o después, acaban solicitando una buena limpieza. Y cuando llegue ese día, seguramente, sacaré este recuerdo, con la idea de tirarlo a la bolsa de la basura, lo mire, lo remire, lo recuerde, y lo vuelva a meter en el cajón, “por si algún día me hace falta”, como los llaveros, los mecheros, las tarjetas de visita de gente que nunca más veré, los frasquitos de colonia que nunca me pondré, las tarjetas no enviadas y casi no escritas de navidades pasadas, y todo ese cúmulo de cosas que suelo guardar en los cajones inactivos que pueblan mi pasado.

Se me acabarán congelando las uñas, si no dejo de escribir pronto, pero mi mente me prohíbe hacerlo, y para colmo, el frío provoca un ataque de dislexia en mi coordinación motriz, que alarga todavía más, el proceso de extracción de las historias que se me desarrollan dentro.

Dentro de este iglú de sentimientos, que amenaza con destruirme el día, se esconde la hoja naciente de una planta que nunca ha crecido del todo dentro de mí, pero sin embargo, nunca ha muerto por el frío. Parece que la pusiste ahí con tu primer beso, y ahí se quedó. Testigo inmóvil de cada fuego y cada hielo que han pasado por nuestras vidas. Esa pequeña hoja verde se mantiene con el paso de los años, sin cambiar de tamaño, sin morir, para que no desfallezca, y sin crecer nunca del todo, será que tarda muchos años en hacerse grande. Normalmente, agradezco que esté ahí, porque me mantiene alerta a todo lo que pasa. Cuando sopla el viento a nuestro favor, se hace ver, orgullosa, como si me quisiera demostrar que ella está ahí por algo que me tenía bien advertido, que siempre ha tenido razón. Sin embargo, hay momentos que parece que una nube se postrara en nuestro cielo, y entonces, cuesta apartar el hielo y verla ahí, se ve que se avergüenza y se cubre de nieve, parece que le faltara razón. Pero ahí estoy yo para encontrarla siempre, y cuando parece que me he hundido del todo que estoy tocando hielo, ahí está, para recordarme que tú la pusiste ahí con tu primer beso, y la mimaste siempre, aunque creciera muy lento.

Tengo paciencia contigo gracias a ti. Encuentro las fuerzas para seguir contigo en ti. Quiero cuidarte siempre, porque siempre agradeces que te cuide. Y te amo, porque no dejo de sentir que tú me amas. Si eso me fallara, no estaría aquí siempre. El amor no es algo que se siente por una persona, se puede querer mucho a alguien, pero el amor, tal y como yo lo concibo, se aleja mucho del melancólico romanticismo. Yo concibo el amor como el fruto de la unión entre dos personas que se unen atraídas magnéticamente la una por la otra. Cuando estas dos personas se encuentran, y ocurre esto, se unen, y ahí empieza el amor verdadero. En cada momento que pasan juntos, en cada recuerdo que forman juntos, en cada beso. Alguien me dijo una vez que las historias bonitas de amor, las de las películas, acaban cuando los protagonistas se besan al final. Que la historia de amor es todo lo anterior, los juegos, las miradas, etc.… Para mí, esto es algo completamente incorrecto, tal y como yo entiendo el amor, todo eso no es más que un test, para saber si esa es o no es la persona indicada para ti en ese momento. Cuando se da el primer beso y cae el telón, empieza lo verdaderamente bonito, si en ese beso hubo magia. Si no la hubo, acabó la peli, y empezó la rutina, pero si la hubo… ay!.... ay del que no la sintió, porque esa magia fue solo el león de la Metro Goldwyn Mayer, anunciando que viene lo importante a continuación.

Yo tuve la magia en mi primer beso contigo, saltó una chispa, que salpicó a todos los espectadores que ni siquiera teníamos en cuenta en aquel momento. Y ahí empezó todo. TODO. Que no es poco, eh? El amor, con el paso de los años, deja de ser esa chispa que quemaba al principio, y pasa a ser la comprensión total de ambas personas, siempre y cuando se mantenga esa pequeña hoja naciente que se puso ahí en el primer beso.

Creo en el amor, porque lo siento a tu lado, porque contigo he aprendido que es posible creer en él, y creo en él, con mi forma de entenderlo, siendo consciente de que como todo sentimiento, es cambiante, evoluciona, y crece con nosotros. Sólo hay que tener esto en cuenta, para saber adaptarse a cada una de las etapas que nos plantea la evolución de este sentimiento. Si esto sale bien, si somos capaces de aceptarlo y aprender a abarcarlo conforme va evolucionando, todos podríamos creer en el amor tal y como yo lo siento.

Parece que se arregló un poco el frío del día, porque mis dedos andan ya un poco más calientes, y mi corazón menos frío. Ahora voy a darte un poco de ese amor que me está sonrojando las mejillas.

A Wild and distant Shore
The promise

BSO The piano